El caos en la lactancia

El caos en la lactancia

Un día, así como quien no quiere la cosa, dos rayitas en una prueba de embarazo cambian tu vida para siempre.
¡Wujuuu! ¡Estoy embarazada!
Quizás lo planificaste con ovulación controlada y todo, quizás fue una sorpresa del universo. Pero ahí estás… asimilándolo. Entre vómitos, antojos y la necesidad repentina de dormir en cualquier esquina, empiezas a visualizar tu parto, tu maternidad… y claro, la lactancia.

Porque si no lactas, te dicen que no estás dando lo mejor de ti. Pero si lactas, ¡ay bendito!, te conviertes en la vaca sagrada del siglo XXI. ¿Entonces qué se supone que una haga? ¿No era suficiente con crear un ser humano desde cero?

Pasan los meses. Te educas, te preparas, ves mil reels, tomas cursos y juras que estás lista. Hasta haces un birth plan con velitas y afirmaciones.
Y entonces… ¡llega el gran día!

Todo pasa tan rápido que cuando por fin tienes a tu bebé en brazos, sientes que tu cerebro se quedó en la sala de parto.
Y aunque tú jurabas que sabías todo sobre lactancia, en ese momento solo quieres dormir, llorar y que alguien te diga que lo estás haciendo bien.

Spoiler alert: muchas mamás me dicen lo mismo.
“Joanne, planifiqué todo… y en el momento real, me fui por la borda”.
(Sí, amiga… todas nos fuimos por la borda).

La verdad es que sí, la lactancia es natural. Pero también requiere técnica, acompañamiento y una paciencia del tamaño del Caribe. Tener una asesora de lactancia los primeros días no es un lujo, es un salvavidas. Porque aunque el bebé se supone que “se pegue solito”, muchas veces se pega mal. Ahí vienen las grietas, los dolores, las dudas… y los comentarios no solicitados de la tía, la suegra, el vecino y hasta el del colmado. Agotador es poco.

Nos pintan la lactancia como una escena celestial: mamá radiante, bebé feliz, música de fondo…
La realidad: ojeras, pezones ardiendo, y una mamá preguntándose si esto es lo que firmó cuando dijo "lactancia exclusiva".

Pero sobrevivimos las primeras semanas.
¡Logramos que se pegue!
Y justo cuando respiras… llega el monstruo de la siguiente etapa: el banco de leche.

"Porque tienes que trabajar", "porque tienes que salir", "porque la sociedad no para aunque estés lactando".
Entonces ahí estás tú, con la máquina que compraste en descuento y que tiene más botones que el control del televisor.
Te la pones, le das a todos los botones a la vez, y el resultado: una onza por seno.
¿CÓMO VOY A HACER UN BANCO ASÍ?

Las redes te mostraron mujeres extrayéndose 8 onzas por lado mientras leen un libro y se hacen un facial. Tú estás sudando, con una toalla encima, y solo lograste empapar la base del biberón.
Y encima tu mamá te dice:
“Ese nene se queda con hambre”.
Gracias, mami, necesitaba ese empujoncito de inseguridad. 🫠

Te frustras.
Dudas de ti.
Te preguntas si tu cuerpo está fallando.

Y ahí, justo ahí, es cuando muchas piensan en rendirse.

Pero ¿sabías que la razón principal por la que una mamá deja la lactancia no es la baja producción como tal, sino las grietas y la inseguridad?
Esa sensación de que no puedes más, que no das la talla, que no lo estás haciendo bien.

Pero con el tiempo, algo cambia. Aprendes cómo funciona tu cuerpo.
Tu bebé se pega bien.
Ya no lloras cada vez que te toca dar pecho.
¡Ya no quieres prender fuego a la máquina de extracción!
Empiezas a fluir.

Y un día, sin darte cuenta, llega el destete.

Algunos bebés lo hacen solitos.
Otros necesitan más tiempo.
Y algunas veces tú eres la que dice “ya no puedo más”.
Te incomoda, te molesta, te abruma.
Dices: “¡NO MÁS TETA!”.
Pero al segundo, la ves con sus ojitos, suspiras, te sientes culpable… y se la das.

Yo pasé por todo eso.
Con una niña de 6 años, aún lactando, hubo un momento en el que dije: “Ya basta”.
Me sentí culpable, harta, confundida.
Pero también me sentí orgullosa, porque al final, cumplí con lo que me había prometido: lactar hasta que ambas estuviéramos listas para dejarlo.

Y eso… eso fue suficiente.

Hoy te digo a ti, mamá que estás agotada, con leche en el brasier y dudas en el alma:

Todo pasa.
Todo mejora.
Con el acompañamiento correcto, con respeto, y sobre todo, con mucho amor hacia ti misma.

No importa si lactaste un día, un mes o cinco años.
Lo hiciste. Te cumpliste. Y eso vale oro.

Así que celebra tu historia.
Ríete del caos.
Llora si necesitas.
Y sigue adelante, que eres una campeona con todo y desvelo.

Con cariño : Joanne 

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2 comments

Dios mío, me hiciste llorar, gracias por tan lindo mensaje. Mi bebé tiene 4 meses y soy lactancia mixta, no me da para suplirla todo el día. Tome una clase contigo pero al comenzar ya a trabajar todo cambia. Gracias

Fabiola Caro Susrez

Me senti identificada con cada palabra , gracias.

Frances

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